México, DF. Seguro que así se han de haber visto las nubes de negras, gordas y bajitas, el día que la gente de Notillas lo miró irse tras el polvo y subirse a una de esas nubes viejeras, la más alta, con destino a Reynosa.
Quería fugarse de ese mundo de hambre y miseria que era, y sigue siendo, este pueblo de chozas de colores chillones y huertas de tunas jugosas, y encontrarse con su madre a la que no recordaba, y mucho menos reconocería, porque María, que así se llamaba la señora, tras separarse del padre, se había ido del rancho con Pedro, el segundo de los hermanos Reyna, cuando Cornelio apenas contaba un año y tres meses de nacido.
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