Repercuciones Y Alcances Del Zen En El Crecimiento Personal
Generalidades
Afortunadamente Oriente nos lega enseñanzas, técnicas del Zen que pueden ayudarnos a crecer como persona  a utilizar adecuadamente la oportunidad que se nos ha dado de vivir, adentrarnos en su alcance y repercusiones y favorecernos en nuestras acciones, en todo aquello que nos permita usar adecuadamente nuestras energía en pro de ese crecimiento que requerimos para saber aprovechar adecuadamente nuestra oportunidad.
Se ha dicho que el zen – Dhyana en sánscrito – remonta a la experiencia de Buda Shakyamuni, quien realizó el despertar en la postura de zazen en el siglo VI DC. Esa experiencia se transmitió sin interrupción de maestro a discípulo, formando así la línea zen.
Su aspecto cultural y folclórico se conoce en occidente desde el principio del siglo viente, a través de diferentes prácticas como los artes marciales, la ceremonia de té, el arte floral o los famosos jardines japoneses etc. Pero incluso si la profundidad de su filosofía y la pureza de su estética atrajeron mucho a artistas, escritores y los filósofos, eso nunca dejó nacer una verdadera práctica, porque son solamente las frutas de una semilla plantada en la tierra japonesa algunos siglos atrás.
Repercusiones
El zen no es una práctica especial, misteriosa, esotérica, al margen del mundo y de la vida cotidiana. El zen es la vuelta a las condiciones normales del cuerpo y del espíritu. Tal y como lo enseñaba el Maestro Deshimaru (1914-1982), practicante del zazen durante cincuenta años y ha sido el primero en presentar una visión global del Zen en Occidente. El maestro Kodo Sawaki (1880-1965), del cual fue discípulo, ha quedado en la historia del Zen como el gran reformador moderno que supo volver a las fuentes de la más pura enseñanza del maestro Dogen, fundador del Zen Soto en el Japón en el siglo XIII.
El zen no es ni una norma ni un estado especial, es volver a encontrar un espíritu amplio, libre, sin categorías, sin miedo; es armonizarse con el sistema cósmico, con los demás y volverse menos egoísta. La condición normal es el espíritu no limitado por los conceptos; es el espíritu que no se estanca. En zazen esto se llama la conciencia hishiryo: más allá del pensamiento y del no-pensamiento. El mundo moderno, la sociedad, la educación, han programado nuestros comportamientos, nuestra visión de las cosas y nuestro modo de vida. La práctica de zazen, que borra la dualidad y reequilibra nuestro cuerpo y nuestro cerebro, nos hace volver a las condiciones normales y a la unidad con todas las cosas. El cuerpo se vuelve naturalmente fuerte, la respiración profunda, el espíritu amplio, abierto.
El zen es el principio unificador que forma la raíz del conocimiento de sí mismo, más allá de las diferencias de sistemas, de valores, de naciones o de razas. Aunque a veces se le considere como una religión o una filosofía, el Zen no reposa en ningún dogma, en ninguna ideología. Se dirige directamente al corazón del hombre, es la experiencia viva y el impulso creador antes de toda formalización.
Nuestra época se caracteriza por un gran desarrollo de la ciencia y de los medios materiales, pero la conciencia del hombre, su comprensión de la vida y su relación con el universo han progresado poco. La verdad científica avanza, pero sus explicaciones del universo siguen siendo provisionales, una teoría desbanca a la anterior. De la misma manera que un mapa geográfico no es el paisaje, la comprensión científica de la realidad es una aproximación pero no accede a la realidad.
Hoy en día, la ciencia y las técnicas están mucho más al servicio de la economía y de la guerra que al servicio del hombre. Los seres humanos cada vez se separan más de su entorno natural y son presa de deseos cada vez más artificiales. La facilidad material a menudo se llama progreso.
El zen no se opone a la ciencia ni a la técnica. Pero una vida excesivamente material crea un desequilibrio en el individuo. Puesto que es la Vía del medio, la práctica de zazen crea un equilibrio entre materialismo y espiritualidad, entre vida material y conciencia humana.
La ciencia, si no está dominada por una profunda sabiduría, hace que la conciencia se pierda y que la forma de vida de los seres humanos retroceda, separándoles cada vez más del sistema cósmico del que forman parte.
La educación moderna se basa en la adquisición de un saber cada vez más grande; recurre a la memoria, a la inteligencia cartesiana, lógica, discriminante. El individuo se convierte en una máquina de pensar, de calcular, de grabar conocimientos.
La vida en sociedad educa a los hombres y mujeres según convenciones que les enseñan a juzgar lo bueno y lo malo obedeciendo a criterios que son más una costumbre adquirida que una noción realmente vivida. Sin saberlo el ser humano piensa según esquemas sociales, en detrimento de una sabiduría profunda y de una verdadera libertad.
El ser humano pierde su impulso vital, su creatividad, su intuición, intenta que todo le salga bien en la vida y no que su vida le salga bien. Esto crea un desequilibrio que a menudo provoca ansiedad, estrés, en detrimento de la vitalidad y de la energía.
La educación del zen, basada en la práctica del cuerpo y del espíritu, reequilibra las funciones del cerebro. Gracias a la práctica de zazen se manifiestan la intuición y la creatividad, y se vuelve a encontrar el impulso vital, aprendemos a conocernos y surge la comprensión justa y global. Frente a una situación dada, el gesto apropiado surge espontáneamente, libremente, a partir del cuerpo-espíritu unificado, a partir de la verdadera sabiduría.
Gracias a la práctica de zazen, la conciencia humana se eleva y la sabiduría se manifiesta. El equilibrio del cuerpo y del espíritu se restablece. En este sentido el zen corresponde a las aspiraciones que orientan el caminar de la civilización actual.
Alcances
Zen y civilización
El Zen no es ni razonamiento ni teoría. No es un conocimiento que deba aprehenderse con la mente; es una práctica, una experiencia que es tanto objetiva como subjetiva. El Zen no separa estos dos puntos de vista complementarios, como tampoco disocia el cuerpo de la mente, lo fisiológico, ni lo consciente de lo inconsciente. Dirige su llamado a la totalidad del ser.
Es en este sentido en el que corresponde a las aspiraciones que orientan la marcha de la civilización actual, una civilización que intenta pasar de las categorías, de las separaciones estrechas, de las divisiones en todos los dominios.
«Debemos armonizar los contrarios volviendo a su propia fuente. Esto es lo propio de la actitud Zen, vía del medio: abarcar las contradicciones, hacer de ellas una síntesis y realizar el equilibrio. El espíritu moderno de libertad debe liberarse de viejas supersticiones, de creencias y de limitaciones formales para encontrar en sí mismo el origen de una moral auténtica, a la vez personal y universal, ligada a la conciencia profunda de la vida.» (Taisen Deshimaru)
Zen y sabiduría
El Zen procura un alto grado de conciencia de sí mismo y de paz interior; abandonando el egoísmo individual y aprendiendo a poner la mente en reposos, se puede acceder al flujo eterno de la actividad y de la energía y al conocimiento intuitivo. Se accede a esta sabiduría por la puerta del silencio y sin deseo de provecho.
«Tened las manos abiertas, toda la arena del desierto pasará por ellas. Cerrad las manos: sólo obtendréis algunos granos de arena.» (Maestro Dogen).
Zen y creatividad
La actividad viene de la espontaneidad manifestada «aquí y ahora». Es la actitud más realista y más apropiada. En el Zen la vida cotidiana se funda en la espontaneidad y en el entrenamiento en la concentración del cuerpo.
Por eso, sólo quien practica puede realizar «aquí y ahora» sus potencialidades, despertándose a su verdadera naturaleza, volviéndose plenamente él mismo. La creatividad no sólo tiene que ver con el genio, el niño es espontáneamente creador. Cada uno en su vida debe volverse creador.
Zen y eficacidad
El Zen no es una técnica de evasión ni de huída. Al contrario, la práctica de zazen al desarrollar nuestra energía y nuestra concentración en el instante presente, nos permite afrontar la realidad cotidiana con una calma, una perspicacidad, una objetividad, de las que no nos creíamos capaces, y que nos sorprenden. Entonces, ante las dificultades, frente a los problemas, la reacción justa y eficaz se produce por sí misma, espontáneamente, pues nos hemos liberado de los obstáculos interiores que antes nos volvían esto imposible. Es en la actividad misma en donde encontramos nuestra verdadera paz interior.
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